Anotaciones sobre el “Tesorillo celta
de San Martín de Trevejo”
INTRODUCCIÓN A LA ORFEBRERÍA CASTREÑA
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a orfebrería es una de las manifestaciones artísticas
mejor estudiadas del mundo castreño. Los primeros trabajos de Cuevillas (F.
López Cuevillas: “LAS JOYAS CASTREÑAS”, Instituto Rodríguez Caro de Arqueología
y Prehistoria. Madrid, 1951 y la “DIADEMA DE RIBADEO”, Cuadernos
de Estudios Gallegos, VI, 1951), el amplio estudio de Blanco (A. Blanco
Freijeiro: “ORIGEN Y RELACIONES DE LA ORFEBRERÍA CASTREÑA”, Cuadernos de
Estudios Gallegos, XII, 1957) y las observaciones de Maluquer (Juan Maluquer de
Motes: “PUEBLOS CELTAS”, Volumen III, HISTORIA DE ESPAÑA, dirigida por
Ramón Menéndez Pidal. Espasa-Calpe, S.A. Madrid, 1976), aportan numerosos datos
que permiten un amplio conocimiento de la manifestación artística más llamativa
de la cultura celta.
En razón de los estudios
citados se puede afirmar que en la orfebrería castreña se encuentran
conjuntados carios elementos:
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Una fuerte tradición autóctona que arranca del Bronce Atlántico, con piezas tan
interesantes como las del tesoro de Caldas de Reis.
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Influencias centroeuropeas aportadas por la presencia de grupos indoeuropeos en
el territorio.
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Y alguna influencia orientalizante del Sur de la península.
Las técnicas empleadas en la
orfebrería castreña son fundamentalmente cuatro: repujado, estampado, filigrana
y granulado. Las dos primeras corresponden a influencias centroeuropeas,
“allstátticas”, y las otras dos a influencias mediterráneas. De acuerdo con este
esquema, pertenecen a la cultura centroeuropea los adornos masculinos (torque,
diademas, amuletos y fíbulas) y al mundo púnico los adornos femeninos
(arracadas, collares, pendientes, aros para el pelo).
Los tipos más frecuentes de
joyas celtas del Noroeste peninsular son quizá las torques y diademas. Los
primeras están constituidos por una varilla circular, cuadrada o romboidal, con
dos remates variados en sus extremos, abiertos, siendo la joya más
representativa del mundo celta. Y de las segundas, las diademas, se conservan
muy pocos ejemplares, aparecidas, con la excepción de la guardada en San Martín
de Trevejo, en el Noreste de Galicia y la parte occidental de Asturias. Se
trata de piezas de oro labradas mediante la técnica del repujado y estampado.
Parece ser que eran adornos masculinos y se desconoce su colocación exacta
sobre la cabeza. Las piezas más conocidas son la diadema del tesoro de Bedoya y
la diadema de Ribadeo, representándose en esta última un tema de jinetes,
peces, aves y personajes con grandes calderos.
Diadema de Ribadeo
“EL TESORILLO CELTA DE SAN
MARTÍN DE TREVEJO”
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unque es poco conocido, en San Martín de Trevejo se
conservan varias piezas de oro propias de la orfebrería celta de tipo castreño
que guarda la familia De Ojesto en su mansión. Del denominado TESORILLO
CELTA DE SAN MARTÍN DE TREVEJO se conservan en la actualidad una fíbula acodada y una diadema, ambas piezas de oro. La
diadema es de características similares a las gallegas y asturianas, de fina
chapa de oro repujadas con toros acostados en posición muy naturalista, con los
que alternan elementos ovalados embellecidos con temas vegetales y geométricos,
todo bordeado con labores de sogueado. Según me informó D. Luis Gutiérrez de
Ojesto fallecido en 1999), cuando su familia adquirió este tesorillo, a finales
del siglo XIX, contaba con más piezas que fueron “desapareciendo” con el paso
de los años...
Diadema del tesorillo de San Martín de Trevejo
Acerca del lugar donde se
encontraron estas piezas de orfebrería celta existen varias versiones. Para
unos el tesorillo fue localizado en las inmediaciones del castillo de
Trevejo; según otros fue hallado en la
Dehesa de Torre la Mata (término de San Martín de Trevejo), concretamente en el
paraje de Val-da Silva. Pero según la información que recibí de D. Luis
Gutiérrez de Ojesto, estas joyas celtas las compró su familia a dos portugueses
“buscatesoros” que las habían expoliado en alguna parte de la Finca El Palancar de Valverde del Fresno.
Como conclusión, considero que se puede afirmar que lo más probable es
que estas piezas de orfebrería celta fueron descubiertas en la Finca El Palancar y una parte fue a parar a
San Martín de Trevejo y otra a la población portuguesa de Penhagarcía, siendo
conocida por el “Tesoro de Penhagarcía”.
Conclusión que confirma Juan
Cabré Aguilo ya que según su opinión, tanto las joyas de San Martín de Trevejo
como las de Penhagarcía, fueron labradas por un mismo artista o un mismo taller
(EL TESORO DE PENHAGARCÍA (PORTUGAL).
Actas y Memorias de la Sociedad Española de Antropología, Etnografía y
prehistoria, IX. 1930.
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